Fotografía de Sergi Regàs.
La semana pasada una alumna de las clases de yoga que dijo “tú nos miras con buenos ojos” y me ha inspirado esta entrada. Gracias Bella.
Como alumna/cliente de yoga y terapia he encontrado en mi camino personas que han facilitado mi aprendizaje y evolución. Me han acercado a técnicas y herramientas nuevas para mí y sobretodo me han mirado con buenos ojos. ¿Qué quiero decir con “buenos ojos”?
Estamos muy acostumbrados a la crítica y a la busca del error. Cuando sientes en la mirada de un profesor y/o terapeuta que “todo está bien” “que hay en ti algo único y valioso” “que puedes mostrarte tal como eres porque tu fuerza también proviene de lo que escondes” hay un efecto transformador imparable. Sentirse libre de juicio, de evaluación y de diagnóstico es tremendamente nuevo para cualquier persona. Cada vez que nos ponen, que ponemos una etiqueta estamos limitando al receptor con nuestras palabras.
Tendemos a confirmar las etiquetas que nos colocan. ¿Qué tal si dejas de decirle a tu hijo que es un desastre? O… ¿Dejas de decírtelo a ti mismo?
Cuando el terapeuta mira al cliente como adulto y persona capaz, le transmite dignidad y fuerza. Desde ese lugar, inicia a escucharse a sí mismo, a reconocer las emociones, a descubrir qué le sucede, qué siente, dando espacio y reconociendo su vivencia.
Se evalúa menos. Aparece un sentimiento que le acerca a “todo es posible”. ”nada es inamovible”. Disminuye la actitud defensiva ante los demás y ante la vida.
La persona profundiza. Sobre la base de su propia experiencia elabora sus normas y valores. Cambia su autopercepción, es más realista, sabe qué emoción siente, la sostiene y la transforma, sin identificarse con ella. Se suaviza el estrés y la frustración. En este proceso toda persona se vuelve más creativa. ¡Es mi vida, estoy por construir, voy a ello!
Y aquí es donde el profesor o el terapeuta que además de conocimiento y técnica, tiene de forma innata o desarrollada, una capacidad para estar delante del otro, y conectar internamente con la libertad de ser de cada individuo. Me explico, hay una tendencia a pensar que el terapeuta tiene razón, que el profesor es el que sabe… . Sí, y no. El terapeuta acompaña, no toma decisiones por ti. Te anima a indagar e investigar a reconocer tu herida, tu fuerza, tu misión y lo que necesites para que encuentres tu lugar. El verdadero trabajo lo haces tú.
En mí en cada clase, en cada sesión, en cada taller, está la intención de que el cliente se lleve un poco mejor consigo mismo y aprenda a cuidarse acorde con sus necesidades en cada momento.
En el autocuidado me parece importante lo que Bert Hellinger llamó «los órdenes de la ayuda». Primer orden, equilibrio entre el dar y el tomar. Igual que en la respiración, si sólo estoy inspirando (tomar) hay un momento que me ahogo porque no vacío los pulmones. Si sólo exhalo (dar) no llega oxígeno a la sangre y me muero. Escrita esta última palabra parece radical, es lo que es ¿verdad? Nos ocurre lo mismo con el dar y tomar aunque la muerte en las relaciones sea más paulatina.
Principios a tener en cuenta: Uno sólo da lo que tiene y sólo espera y toma lo que necesita. Parece lógico y sencillo, lástima que nos cueste tanto llevarlo a la práctica.
Solemos entrar en desequilibrios y desórdenes cuando:
- pretendo dar lo que no tengo.
- y el otro tomar lo que no necesita.
- cuando uno exige algo que el otro no puede dar porque carece.
- cuando uno da sin que deba asumir el lugar o la responsabilidad del otro.
El camino del autocuidado ha dado un gran paso cuando estos límites los percibimos sin pensar y los respetamos de manera inconsciente y natural.
«Quien no es necesario, quien no puede ayudar a otros, acaba solo y atrofiado» Bert Hellinger.
-mírame con buenos ojos-
Agradezco a todas las personas que aparecen en las dos fotos su presencia en ellas.