El resentimiento es la experiencia de una emoción negativa y uno de los sentimientos más difíciles de reconocer y aceptar. Es el enfado y el dolor no resueltos que guardamos en algún lugar de nuestro interior. Si le prestamos atención y dejamos que crezca, nos atamos a esa situación creando un vínculo emocional dañino. Es más, entraremos en un proceso de espiral en el que exageramos de forma desproporcionada los hechos y podemos acabar claustrofóbicamente atrapados en una tela de araña porque nuestra vida acabará girando alrededor de la agresión sufrida. Dependiendo del tipo de contexto podemos acabar sintiéndonos una víctima, creyendo que nuestro entorno debe reconocer los hechos y además pensando que no tenemos ninguna responsabilidad en lo acontecido. Conectar una y otra vez con el resentimiento nos puede llevar a actuar de una manera que no deseamos.

Si esa emoción va dirigida hacia cierta persona en concreto es posible que le pongamos mala cara al verla o al ser mencionada por alguien en una conversación. Tener pensamientos desagradables hacia esa persona o hablarle de manera brusca y burlona. Esto puede afectar a nuestra relación con otras personas del entorno familiar, laboral o de amistad. Nos hará sentir desconfianza y tendremos dificultad para abrirnos y confiar en otros, especialmente si son nuevas relaciones.

Debemos preguntarnos ¿Me ha tratado alguien de manera injusta? ¿Me he sentido lastimad@ o humillad@? ¿Me he enfadado porque mis expectativas no se han hecho realidad? ¿Cómo me evalúo por sentir este enfado resentido? Y… ¿Cómo es que algo que sucedió hace ya un tiempo me sigue afectando de esta manera? Si nos auto reprochamos y nos descalificamos por ello, agravaremos nuestras emociones y éstas limitarán nuestra capacidad de tener una vida plena.

 

¿Y no sería mejor darnos la oportunidad de reconocer y comunicar nuestro dolor sin reproches? Ser conscientes de lo que nos sucede e identificar cómo nos sentimos evitando así actuar de forma automática e impulsiva. Aceptemos pues que no todo el mundo puede proporcionarnos lo que queremos o necesitamos en cada momento. Y, por otro lado, ¿Hemos expresado lo que queríamos? ¿Hemos tenido en cuenta las circunstancias en las que se encontraba la otra persona? ¿Tengo yo parte de responsabilidad en lo que ha sucedido?

¿Y entonces? ¿Qué hacemos para sentirnos mejor? Tal vez nos ayude saber que para tratar con una persona o tenerla cerca en el día a día no hace falta que sea nuestra amiga, que podamos confiar en ella o que nos caiga bien, ni siquiera tiene porque gustarnos. Aceptar que algunas personas no están hechas para tener un papel importante en nuestras vidas, ni nosotros en las de ellas, es beneficioso para superar el resentimiento que en algunos casos podamos albergar contra alguien.