Gran parte de nuestra cultura nos llega de los griegos y en la suya propia ya distinguían la manera de morir. Lo hacían a través de sus dios@s, las Keres ejercían la muerte violenta. Estos espíritus femeninos amantes de la sangre sobrevolaban los campos de batalla buscando heridos y moribundas. En cambio, el dios Tánatos cumplía la tarea de acompañarnos a la muerte sin violencia, de manera dócil e hipnótica. Tánatos e Hypnos eran hermanos gemelos, hijos de Niz, diosa de la noche y Érebo, dios de la oscuridad y las tinieblas. Ambos fueron dados a luz precisamente cuando los sueños se hacen más frecuentemente realidad.
Tánatos e Hypnos vivían en un palacio subterráneo. En su entrada crecían hermosas amapolas rojas y otras plantas hipnóticas. Era un lugar oscuro donde el sol nunca brillaba y ubicado cerca de las aguas del olvido, el río Lete que deslizaba suavemente sus lánguidas aguas con un suave murmullo que invitaba a dormir. Hypnos tuvo muchos hijos con Pasítea, los oniros, el más importante fue Morfeo, que se ocupaba del contenido animado de los sueños de los seres humanos. Se dice de Hypnos que imitaba a su hermano Tánatos sumiendo en la inconsciencia del sueño a los mortales que osaban tocarle o eran tocados por él. Por las noches Hypnos y Tánatos discutían con cuál de los dos iría cada humano que dejaba el mundo terrenal. Tánatos actuaba cumpliendo el destino de las Moiras quienes dictaban el destino de cada mortal y su devenir en el cosmos. La noche, la oscuridad, las tinieblas, el sueño, la muerte, el olvido… todos forman parte del mismo mundo.
Como sociedad no hace tanto que rendíamos culto a la muerte de un ser querido en rituales de duelo. Incluso los niños eran bienvenidos porque se entendía la muerte como parte de la vida. Nuestra cultura ha ido evolucionando hacia una negación y una ocultación de la muerte hasta unos niveles que podríamos catalogar de poco razonables. Ahora cuando muere alguien prácticamente no hay niños, ni siquiera permitimos que hagan su propia despedida, su propio duelo. Se lo escondemos y en algunos casos ni siquiera les hablamos de lo que significa morir. Eso genera un efecto negativo en su psicología que está, además, en pleno desarrollo. Y es esto precisamente lo que puede derivar en un proceso en el que irán creciendo incapaces de desarrollar estrategias para afrontar sus miedos. La vida y la muerte son inseparables, hacen parte del mismo círculo. Son el principio y el final de la vida terrenal.
En la actualidad Tánatos, que significa muerte en griego, se sigue asociando con este momento del final de la vida al que estamos destinados. De este dios viene la palabra tanatorio, lugar en que velamos a las personas que se han ido, ahí les ofrecemos una última despedida. También tanatofobia, el miedo a la muerte, temerla no es extraño, de hecho, el miedo a morir es un gran mecanismo de defensa que nos ayuda a evitar poner en riesgo nuestra existencia en determinadas situaciones. Si este miedo se vuelve irracional y acaba por dominarnos, es momento de buscar ayuda.
Sergi Regàs Antherieu
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