Los sistemas buscan el equilibrio

¿Qué es un sistema? Lo definiríamos como un “ente” que se mantiene como un todo gracias a que sus partes están interrelacionadas e interactúan entre sí. El pensamiento sistémico lo estudia para poder comprender estas partes y sus conexiones. La teoría se entiende como que todo pertenece a un sistema, nuestro cuerpo lo es, y a su vez está formado de otros sistemas como el circulatorio, el nervioso, respiratorio o endocrino; y dentro de estos sistemas hay más, el respiratorio está formado, entre otros elementos, por pulmones, bronquios, bronquiolos y alvéolos que a su vez son sistemas más pequeños formados por otros elementos. Nuestra familia es un sistema, nuestra comunidad de vecinos es otro sistema, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país. Cuando hacemos un curso, una reunión o una cena con amig@s en casa, creamos un sistema con las personas que lo forman.

¿Y para qué sirve todo esto? Lo utilizamos a nivel terapéutico y educativo, el pensamiento sistémico sirve para influir en nuestra vida mostrándonos los patrones que repetimos. Puede ayudar a corregir nuestra actitud de cara al futuro, resolviendo posibles problemas y modificando el pensamiento que los produce. Esto puede hacer que mejore nuestra salud, nuestras relaciones y temas laborales o económicos. La sensación del esfuerzo permanente puede transformase en algo más manejable, entendiendo cómo afrontar una situación y resolviéndola de una manera más práctica y cómoda. Puede influirnos para tener una mejor comunicación y también ampliar nuestra perspectiva evitando culpar a los demás o a nosotros mismos de las cosas que suceden en el día a día. Hay que entender la estructura de un sistema para comprenderlo porque lo que determina los resultados es precisamente su estructura, no el esfuerzo, por ejemplo, de las personas que lo forman, éstas hacen lo que pueden dentro del sistema al que pertenecen. Es también una gran herramienta para dirigir un equipo de trabajo, nos abre la puerta a percibir la complejidad de un proceso y tratar así de mejorarlo.

Nuestra comunidad humana en el planeta tierra es un sistema, y el planeta tierra es otro ecosistema que tiene sus reglas. El sistema humano y el de la tierra deben mantenerse y vivir en armonía para que todo funcione. ¿Y qué ha pasado? Pues que el sistema humano ha variado su rumbo, ha preferido el poder y la lujuria a la conciencia y el equilibrio. A esta versión del sistema humano que hemos creado ya no le sirven niños criados en amor y respeto, le sirven que se cultiven en la sensación de carencia para que consuman más. A este sistema no le sirven los niños educados en la lectura, en la creatividad, curiosidad y en la empatía para que desarrollen herramientas como la resiliencia y la sensibilidad. Le sirven niñas educadas con pantallas de móvil, tabletas y ordenador que les dicen cómo debe ser el mundo y cómo deben comportarse dentro de él. Este sistema no quiere niños felices, sino que pidan que les compremos más y más cosas cada día. Cuando una mujer da a luz al sistema no le sirve que ese bebé tenga una presencia materna durante los primeros años de vida, más bien empuja para que la madre y el padre vuelvan lo antes posible al sistema de producción laboral. El sistema no quiere que ese bebé tenga una lactancia materna lo más prolongada posible y así se pueda crear un sistema inmunitario fuerte y resistente. Prefiere niñas enfermos y madres y padres comprando medicamentos en las farmacias. Al sistema no le sirve que comamos frutas y verduras frescas criadas en ambientes ecológicos y de recolección y distribución saludable. Te encamina a que consumas plantas crecidas con pesticidas y animales criados con más antibióticos para que no enfermen y así garantizar el máximo rendimiento en las cadenas de producción.

Es difícil tener un sistema humano sano si los elementos que lo componen, en este caso nosotr@s, somos tan inconscientes y además maltratamos todo lo que nos rodea. Es hora de reconciliarnos con nosotr@s mismos, de no querer ser otra persona, más que aquella que realmente somos, el cambio empieza por cada invididuo que forma el sistema. Es el momento de aprovechar este confinamiento para ir hacia nuestro interior, de ir a lo más profundo del mundo emocional y entrar en contacto con esos temas sensibles que no queremos tocar por miedo al dolor. Los abandonos, los rechazos, la depresión, la ansiedad, esa baja autoestima que nos produce inseguridad, la dependencia emocional y la sensación de soledad que a menudo nos envuelve como una niebla espesa. Es tiempo de hacer las paces con nuestro pasado, de liberarnos de viejos patrones energéticos, de recuperar esa energía que está estancada en el tiempo y que tanto necesitamos. Como tratamos a nuestros ancianos nos define como sociedad, mostremos gratitud a nuestros ancestros para reconocerlos y honrarlas. Así quizás, una a uno, empecemos a reconectar y nos transformemos en seres más sanos que respetan todo lo que nos rodea.

Sergi Regàs Antherieu

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